lunes, 18 de octubre de 2010


Truco, asombro y aplauso
Por Laura Seña

Mago de profesión. Él es Juan Ricci quien, después de viajar por todo el país, eligió Córdoba para quedarse, para su presente-futuro y para seguir instruyéndose.

La historia comenzó hace cinco años, durante un día de trabajo en el negocio familiar en la ciudad de Quilmes, provincia de Buenos Aires. Allí aprendió del hermano lo que sería su elección de vida. “Me enseñó un truco de magia y me impactó. Lo tomé a mi manera y comencé a practicar dos trucos por semana”, comentó Juan acerca de sus primeros pasos en la magia. Su interés creció con el tiempo y lo llevó a buscar un profesor. Al respecto, expresó: “Comencé con el campeón latinoamericano Daniel Raley y después terminé estudiando con el hijo, Gustavo Raley. Cuando lo vi, todo fue sorprendente, descubrí un nuevo mundo”. La formación de Juan continuó en Buenos Aires, estudiando teatro con Norman Briski, además de dirección de arte y armado de personaje. “Entendí que no se trata sólo de un truco de magia –concluyó el mago–, que podía haber una linda composición entre todo”.
Un mazo, un traje, una buena sonrisa y mucho carisma son los elementos fundamentales para sorprender al público y es lo que Juan Ricci lleva en sus bolsillos en cada actuación.
¿Qué sentís cuando los espectadores se asombran con lo que hacés?
Siento que me mantengo constante, que tengo muy presente lo que quiero divulgar, más allá de lo que es el truco de magia: la influencia del personaje y lo que significa para mí, muestro mis virtudes y defectos y desde ese punto empiezo a crear.
¿Cuál es tu truco preferido?
De todos un poco y un poco de todos. Porque todos los trucos tienen una gran parte de mí y tienen algo que nació de mí, que me hicieron llegar a lo que hago.
¿Te gustaría dejar algún mensaje?
Tres cosas. Griten, lloren y aplaudan, pero siempre háganse escuchar. Aléjense de la oscuridad, vayan a la luz. Las cosas malas pasaron de moda. Dejaría un mensaje positivo, pero no lo tengo.

Entre risas, finalizó la charla con Juan que comprendió, con viajes y aprendizajes, que existen numerosas personas a quienes agradecer, por abrirle la puerta y permitirle demostrar que la magia era el camino elegido.